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5 razones para visitar Santa Teresita cuando bajan las temperaturas
Lunes 02 de junio de 2025 | 08:30
Por: Redacción
5 razones para visitar Santa Teresita cuando bajan las temperaturas

Mientras muchos guardan los trajes de baño y se alejan de los destinos de la costa apenas asoma el otoño, algunos viajeros descubren un tesoro oculto en las playas argentinas durante las temporadas intermedias. A pocos kilómetros de Quilmes, casi como un secreto compartido entre pocos, Santa Teresita revela sus encantos más genuinos cuando las multitudes veraniegas se alejan y el ritmo local recupera su pulso natural.

La magia de calles tranquilas y playas para uno solo

Para comenzar, sacar pasajes a Santa Teresita es muy fácil, ya que hay opciones frecuentes desde nuestra zona y precios accesibles. Al llegar a sus playas fuera de temporada alta, lo primero que sorprende es la sensación de haber descubierto un lugar reservado para quienes saben apreciar los detalles. Esas mismas playas que durante enero apenas dejan espacio para extender una toalla, ahora se transforman en kilómetros de arena.

Fundada en 1946 por Lázaro Freidenberg, esta localidad costera conserva todavía esa atmósfera de balneario familiar donde pasear sin apuro se convierte en un placer olvidado. La característica más distintiva, su costanera arbolada con pasarelas de madera entre la Avenida Costanera y la playa, adquiere un encanto especial cuando los tamariscos se mueven solitarios al ritmo de la brisa marina.

Un museo navegante a escala real

Pocas personas saben que en la costanera, entre las calles 39 y 40, se encuentra un tesoro histórico flotante: la réplica de la Carabela Santa María. Construida por Pino Di Lorenzo en 1979, esta nave de 23 metros de largo y 8,5 metros de ancho representa con asombrosa fidelidad la embarcación de Colón, siendo considerada la segunda más exacta del mundo, solo superada por la que se encuentra en Barcelona.

Durante la temporada baja, las visitas a este museo navegante resultan más íntimas y completas. Sin las aglomeraciones típicas del verano, es posible recorrer con calma cada rincón de esta estructura realizada en madera de quebracho y forrada lateralmente en tabla urunday, escuchando las historias del lugar con atención, imaginando por un momento cómo sería cruzar el océano en semejante embarcación.

El paraíso de los aficionados a la pesca

Para quienes disfrutan de la caña y el silencio, pocos lugares ofrecen tan buenas condiciones como el Muelle de Santa Teresita durante los meses de otoño e invierno. Construido originalmente en 1947 y remodelado en 1972, este espigón de 200 metros se adentra en aguas que, según conocedores, resultan más generosas cuando el bullicio veraniego se apaga.

El muelle, realizado parcialmente en madera dura de curupay paraguayo y complementado con hormigón armado, cuenta con iluminación propia que permite la pesca nocturna. Además de ofrecer servicios de alquiler de equipos para principiantes, mantiene un ambiente donde pescadores expertos comparten secretos sobre las mejores técnicas para capturar corvinas, pejerreyes o brótolas que abundan en estas aguas fuera de la temporada alta.

Un circuito cultural que respira historia

Cuando las temperaturas descienden, Santa Teresita invita a descubrir su rico patrimonio histórico y cultural. El recorrido puede comenzar en el centro, visitando la Plaza Santa Teresita del Niño Jesús, donde cada año se celebra la Fiesta Nacional Aniversario de la localidad, continuando luego hacia el norte para admirar el trazado particular del barrio Santa Teresita Sobre el Monte.

Este sector, diseñado respetando las irregularidades naturales del terreno, rompe con el esquema tradicional de damero y ofrece un paseo entre calles arboladas que llevan nombres de provincias argentinas. Al final del recorrido, casi como una revelación inesperada, aparece el casco de la antigua estancia de verano de la familia Leloir, donde residió Luis F. Leloir, Premio Nobel de Química.

Santa Teresita durante la temporada baja revela un encanto diferente, más auténtico y cercano, donde cada rincón cuenta historias que el bullicio estival muchas veces oculta. A solo 326 kilómetros de Quilmes, este destino costero espera a quienes buscan redescubrir el verdadero ritmo de un balneario que, lejos de hibernar cuando bajan las temperaturas, muestra su faceta más genuina y acogedora.


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