A raíz del acuerdo de Cáritas Nacional con el Estado Nacional vinculado a la renovación de un convenio de meriendas, desde la Comisión Episcopal de Cáritas Argentina informan que “se ha malinterpretado dicho compromiso entendiéndolo como un acuerdo exclusivo entre la Iglesia y el Estado para ser los interlocutores únicos o principales validados en la ayuda a los sectores más vulnerables”.
Los obispos agradecen la confianza que los estados en sus distintos niveles –nacional, provincial y municipal– han tenido en Cáritas a lo largo de décadas, “cimentada en el trabajo incansable de infinidad de voluntarios de Cáritas en todo el país y de la transparencia para el uso de los fondos”.
En el documento, que lleva la firma de monseñor Carlos Tissera, obispo de Quilmes y presidente de la comisión, monseñor Gustavo Carrara, obispo auxiliar y vicario general de Buenos Aires, y monseñor Roberto Álvarez, flamante obispo de Rawson, expresan que, en el transcurso de los últimos años y a medida que los niveles de pobreza han crecido en la Argentina, “hemos aprendido a trabajar con un gran número de movimientos, asociaciones, centros vecinales, sindicatos, etc.”
“Es que hoy nadie puede asumir la cantidad y complejidad del trabajo social de manera individual”, defienden, y explican que “por eso insistimos en integrar a todos aquellos que con enorme sensibilidad atienden a los más pobres y en que también se les dé la ayuda necesaria para que puedan seguir haciéndolo”. El ministerio informó que impulsa un plan para transparentar las entregas y evitar los intermediarios.
“Ciertamente todos podemos crecer en transparencia, y un instrumento preciso son las auditorías”, conceden los prelados, haciendo referencia a este “elemento fundamental para garantizar que todos los fondos adjudicados lleguen a los más pobres, que es nuestro principal objetivo”.
A su vez, lamentan que “muchos hermanos viven la angustia de no saber con qué alimentarán mañana a sus hijos”, dado que la pobreza sigue creciendo “y no admite miradas sesgadas, prejuicios ideológicos y peleas sectoriales”.
“No es difícil sortear las dificultades y desacuerdos presentes volviendo a poner en el centro lo que siempre ha debido seguir allí: las personas y familias que viven en la pobreza o la indigencia, especialmente los niños y los ancianos. Lo demás, está demás”, concluyen.