Ubicado sobre la avenida Vicente López, entre las calles Esquiú y Smith, el estadio es la casa de Quilmes Atlético Club, el decano del fútbol argentino. Con capacidad para más de 25 mil personas, fue escenario de ascensos épicos, descensos sufridos, shows musicales y partidos de selecciones nacionales. Pero sobre todo, fue testigo del amor incondicional de una hinchada que banca en todas, incluso cuando el club no tiene rumbo.
La historia del Centenario comienza a fines de los 80, con un sueño colectivo: dejar atrás el viejo estadio de Guido y Sarmiento, y levantar una cancha acorde al prestigio del club. Las obras comenzaron a mediados de 1988 y cinco años después, el 19 de diciembre de 1993 se procedió a la preinauguración con un partido entre el Quilmes campeón de 1978 y un combinado de estrellas. Finalmente, el 25 de Abril de 1995 se realizó la inauguración oficial con partido amistoso entre el Cervecero y Nacional de Montevideo
Mucho se habló sobre quién estuvo detrás de la construcción. Algunos intentaron adjudicarse el proyecto como si se tratara de un capricho personal o un favor al club. Sin embargo, el verdadero motor del Centenario fue siempre la masa social y la comunidad quilmeña, que empujó desde adentro y desde afuera para que se concrete. Los hinchas colaboraron con rifas, bonos, aportes voluntarios y muchísimo laburo desinteresado. No hizo falta ningún mesías. El estadio se levantó con el esfuerzo de muchos y no con la firma de uno solo.
Desde su inauguración, el Centenario fue testigo de momentos inolvidables. En 2006, Diego Maradona se calzó los botines para disputar un partido solidario a beneficio de la Fundación PrevenHIV, encabezada por Nelson Vivas, ídolo cervecero. En lo musical, por sus escenarios pasaron grandes artistas, aunque el show más recordado sin dudas fue el de Luis Miguel, que hizo vibrar a miles de fanáticos en Quilmes. Además, el estadio albergó encuentros de la Selección Argentina Sub-20 durante el ciclo de Hugo Tocalli.
Pero también hubo etapas difíciles, con descensos, campañas flojas, promesas incumplidas y dirigencias que usaron el club como trampolín personal. El Centenario sobrevivió a todo eso, gracias al amor de su gente. Y sigue firme.
A 30 años de su nacimiento, el Estadio Centenario no lleva el nombre de ningún dirigente, y está bien que así sea. No necesita apellidos para legitimarse. Es el templo del pueblo cervecero, construido con la fuerza de la pasión y el empuje de una hinchada que nunca se resignó.
Treinta años no es poco. Es una vida. Y el estadio sigue latiendo, con sus tribunas repletas de historias, abrazos, broncas y alegrías. Porque si hay algo que está claro, es que este estadio no es de uno. Es de todos.