En medio del movimiento cotidiano de la peatonal Rivadavia, un superhéroe llama la atención con su traje rojo y azul, una sonrisa detrás de la máscara y canciones que van desde la cumbia hasta el folklore. Es Jeremías Jiménez Rocha, conocido por los vecinos como “el Spiderman de Quilmes”, un artista callejero que transformó el dolor en una historia de superación y esperanza.

Según relató en una entrevista con TN, Jeremías, de 33 años, llegó a ese lugar luego de atravesar un momento límite en su vida. En 2020, en plena pandemia, comenzó a sentirse mal y tras varios estudios le diagnosticaron un tumor que le afectaba el intestino. “Bajé muchísimo de peso, llegué a pesar 40 kilos. No podía trabajar, no tenía fuerzas ni para levantar un balde”, contó. En ese entonces era albañil y tenía que mantener a sus cuatro hijos.

La enfermedad lo dejó fuera del circuito laboral. En la desesperación, un amigo le sugirió que se comprara un traje de superhéroe para hacer changas sacándose fotos. Así nació el primer Spiderman, aunque su estado físico no le permitía moverse con facilidad. Hasta que, un día, decidió combinar su amor por la música con su nuevo personaje.

“Tenía un parlante en casa, me gustaba cantar. Un día me lo llevé, lo conecté en la peatonal y me puse a cantar. La gente se acercó, aplaudía, me tiraban plata. Ahí empezó todo”, recuerda. Desde entonces, Jeremías canta todos los días vestido de Spiderman en pleno centro quilmeño, armado con dos parlantes, un micrófono y una mochila que lleva como una extensión de sí mismo.

El Spiderman cantante comienza su jornada después de dejar a sus hijos en la escuela. Viaja en colectivo desde su casa hasta el centro de Quilmes y se instala a tocar entre la una de la tarde y las seis. Y aunque el ingreso varía día a día, asegura que gana más que en sus años como albañil: “Un día bueno hago 60 o 70 mil pesos. Es el doble de lo que ganaba rompiéndome el lomo en la construcción”.

Gracias a ese trabajo callejero, Jeremías pudo invertir en su casa: colocó cerámicas en el comedor, levantó el baño, puso puertas y, de a poco, logró terminar la vivienda que le dejaron sus padres. “Hoy puedo disfrutar tiempo con mis hijos, cosa que antes no podía. Puedo parar un día si quiero. Tengo libertad”, explicó con emoción.

Lo que comenzó como una necesidad económica se transformó en un modo de vida que le devolvió la alegría. Jeremías no solo canta para sobrevivir: canta para vivir. Y, desde su lugar en la peatonal, se convirtió en un héroe real para muchos vecinos de Quilmes.

Fuente: Todo Noticias (TN).