De manera reciente, la provincia de Buenos Aires celebró el Día Bonaerense de las Niñas, Mujeres y Diversidades en las Ciencias, una fecha que busca promover la equidad en los campos científico-tecnológicos y asegurar un acceso pleno. En ese contexto, reconoció la labor de once científicas y, entre ellas, se encuentran Sandra Goñi y Georgina Cardama, ambas investigadoras de la Universidad Nacional de Quilmes. La primera es especialista en virología molecular y actualmente se centra en la detección del Virus de Papiloma Humano (VPH o HPV, según sus siglas en inglés). En tanto que, Cardama se aboca al desarrollo de nuevos tratamientos oncológicos: hoy en día pone el foco en generar terapias innovadoras contra el cáncer de cuello de útero, causado por el VPH. En esta nota la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ dialoga con las científicas acerca de sus trabajos y la importancia de contagiar la curiosidad por la ciencia.
“La ciencia se enriquece a través de la construcción colectiva y de las miradas diferentes. Esto vuelve muy interesante incorporar a personas que hayan atravesado diferentes situaciones a lo largo de su vida para aportar una mirada situada que permita resolver distintas necesidades”, cuenta Sandra Goñi, directora del Laboratorio de Virus Emergentes (LVE) de la UNQ, a la Agencia. Y agrega: “Siempre es bueno compartir las ganas y las formas de hacer ciencia. En el último tiempo, pudimos visibilizar la necesidad de incorporar mujeres y diversidades en este ámbito para, justamente, atender las problemáticas que refieren a estas poblaciones“.
Goñi dirige también la Unidad de Aplicaciones Biotecnológicas para la Salud, perteneciente a la Plataforma de Servicios Biotecnológicos de la UNQ. Allí, un equipo liderado por ella trabaja en la validación de una metodología integral que permita la toma de muestra y la detección temprana de las variantes o los genotipos de alto riesgo del Virus del Papiloma Humano. Este virus es muy común, se transmite por contacto sexual y afecta tanto a varones como a mujeres. De hecho, se estima que 8 de cada 10 personas lo tendrán en algún momento de su vida. Sólo en alrededor del 5 por ciento de los casos, este virus provoca lesiones que con el tiempo pueden convertirse en cáncer.
“La presencia de los genotipos de alto riesgo están directamente relacionadas con el desarrollo de cáncer de cuello de útero. Entonces, hay una estrategia que se llama tamizaje temprano que consiste en tomar muestras a través de un cepillado endocervical de personas con útero donde se evalúa la presencia o ausencia de este virus”, explica Goñi.
De esta manera, se realiza un seguimiento de la población de personas con útero mayores de 30 años para analizar si el virus está presente y la posibilidad que esté en desarrollo el cáncer. Este proyecto, financiado por la provincia de Buenos Aires, aporta una opción con impronta local que permitiría reemplazar a los insumos importados que se utilizan en la actualidad.
La lucha contra el cáncer
Si Goñi pone el foco en detectar el VPH, Georgina Cardama busca qué hacer una vez que el cáncer llegó a la vida de una paciente. Cardama es investigadora del Centro de Oncología Molecular y Traslacional de la UNQ (COMTra), secretaria de Innovación y Transferencia Tecnológica y fue directora de la Plataforma de Servicios Biotecnológicos de esta casa de estudios. Básicamente, dedica su vida a la investigación alrededor de nuevos tratamientos oncológicos y considera que la ciencia no tiene sentido si no puede impactar positivamente en la vida de los pacientes. “Asumí roles de liderazgo con la convicción de que la presencia de mujeres en puestos de decisión es crucial para inspirar a las próximas generaciones“, afirma Cardama a la Agencia.
“En la actualidad, investigo terapias innovadoras contra el cáncer de cuello uterino causado por el VPH, utilizando modelos experimentales en células y animales que reproducen la enfermedad. El objetivo es trasladar estos avances del laboratorio a la clínica, para ofrecer opciones más efectivas a las pacientes en el futuro. Es importante investigar patologías que afectan principalmente a mujeres, como el cáncer de mama y cuello uterino, para visibilizar estas áreas históricamente relegadas”, cuenta.
Previamente, junto con otros investigadores del COMTra, la científica desarrolló un compuesto para combatir el glioblastoma, el tumor cerebral más común en adultos y de muy difícil abordaje terapéutico. La droga 1A-116 inhibe la proteína RAC-1 presente en las células tumorales relacionada con la rápida progresión del cáncer. Esta proteína también está presente en otros tipos de cáncer y en otras patologías no cancerosas pero emparentadas en su mecanismo, como la psoriasis (enfermedad crónica de la piel). Por lo tanto, la droga desarrollada en la UNQ podría ser útil para otros tratamientos. “Estamos evaluando cómo la droga 1A-116 puede funcionar como terapia complementaria para tratar el cáncer de cuello uterino”, manifiesta Cardama.
Además de Cardama y Goñi, la provincia de Buenos Aires reconoció a Gabriela Trupia (UTN Delta) dedicada a la vinculación entre universidad, territorio e innovación productiva; Susana Ortale (UNLP), especialista en alimentación, pobreza, desigualdades y políticas sociales; Paula Alfieri (UTN La Plata) que estudia la protección de materiales, específicamente madera y biodeterioro; y Vera Álvarez (UNMDP), abocada al desarrollo de materiales sustentables e innovadores para uso agrícola, ambiental y sanitario.
Asimismo, también fueron reconocidas Sheila Ons (UNLP), especialista en control de insectos vectores de enfermedades; Juliana Cassataro (UNSAM), creadora de la primera vacuna argentina y sudamericana contra la covid; Analía Etcheverría (UNICEN), doctora en Ciencia Animal y especialista en microbiología molecular e inmunología; Natalia Stein (UNPAZ) que estudia la economía social y solidaria; y Andrea Savoretti (UPSO), doctora en Ingeniería Química y se aboca al desarrollo local y regional, la sostenibilidad y vinculación tecnológica.
Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ