En el barrio Kolynos, Mayra se mostró junto a Máximo Kirchner y Taiana en un acto de fuerte impronta militante, con referencias directas a la conducción política y la reivindicación del trabajo municipal en contextos adversos. Kirchner apuntó contra los medios y llamó a militar para “custodiar la voluntad popular” en el Congreso, mientras Taiana destacó que la obra se concretó pese al “freno a la obra pública del gobierno nacional”. Allí, Mayra ubicó la gestión local como motor de resultados concretos y potenció a su alfil, Cecilia Soler, candidata a primera concejal por Fuerza Patria.
Horas más tarde, en un escenario de mayor institucionalidad, la intendenta acompañó a Axel Kicillof en la inauguración de la Alcaldía Departamental, una obra estratégica que busca aliviar la situación de las comisarías y liberar efectivos para tareas de prevención. El Gobernador, en sintonía con Mayra, responsabilizó al presidente Javier Milei por frenar fondos nacionales y destacó que ya se sumaron más de 8.400 plazas al sistema penitenciario provincial.
Que Kicillof y Máximo hayan encabezado actos distintos en Quilmes no es un detalle menor. En medio de la interna que atraviesa al peronismo, con miradas divergentes sobre la estrategia electoral de 2025 y el rol de cada liderazgo, Mayra Mendoza emerge como figura clave que busca equilibrar. Su decisión de abrir las puertas del distrito a ambos sectores es leída como un intento de evitar definiciones tajantes, pero también como una demostración de poder: Quilmes se consolida como territorio de referencia en la Tercera Sección, con capacidad para articular tanto con La Cámpora como con el gobernador.
El mensaje fue doble. Con Máximo, Mayra ratificó pertenencia a la estructura kirchnerista que la vio crecer políticamente, poniendo en valor la militancia y la narrativa de resistencia ante Milei. Con Kicillof, en cambio, reforzó la gestión y la institucionalidad, en un discurso más centrado en la seguridad y en mostrar resultados concretos.
En la práctica, los dos actos dejan a la vista que Quilmes se ha convertido en un laboratorio político donde se mide la convivencia —y la competencia— entre los principales actores del peronismo bonaerense. Mayra Mendoza, lejos de quedar atrapada en la puja, intenta capitalizarla: aparece como puente entre los liderazgos, pero al mismo tiempo proyecta su propia figura hacia la discusión que se viene sobre la conducción del espacio.
La foto dividida en Quilmes expone lo que atraviesa al peronismo en todo el país: un frente con distintos polos de poder, obligado a mostrar unidad en la gestión mientras dirime, en silencio, quién conducirá la próxima etapa.